Una de las mañas más antiguas es hacerse pasar por minusválido para pedir limosnas
- Selene Fernández
En los últimos años la viveza y la estafa se han convertido en problemas que afectan a la sociedad. La tasa de criminalidad en este país es de 9 de cada 100 personas son víctimas de cualquier modo de delincuencia. Sin embargo, los delincuentes buscan nuevas técnicas para aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas y encuentran beneficios ilegítimos al hacerse pasar por discapacitados.
En el cruce de la Av. Héroes con la Av. San Juan en el distrito de San Juan de Miraflores se encuentra un hombre descalzo y sentado en una silla de ruedas que pide limosnas. Desde las 6:00 a.m. hasta las 4:00 p.m. se ubica en el mismo punto todos los días porque está a la altura del mercado Ciudad de Dios y es un lugar muy transitado por lo que hay más oportunidad de que puedan colaborar con él.
El hombre de la silla de ruedas está identificado como Timothy Betancourt de nacionalidad venezolana y utiliza uno de los métodos más conocidos que es fingir una lesión con un certificado médico falso para acreditar su padecer y así apelar al sentimiento de las personas que lo ven sentado y desprolijo porque no estar aseado también es parte del personaje que vende. “Un sol Madre, solo te pido eso” menciona Timothy cada vez que ve algún transeúnte.
El artículo 427 del código penal (9.155) dice que sanciona al delito contra la fe pública y reprime todo documento alterado y dependiendo la gravedad se condena a una pena privativa no menor de dos años ni mayor de diez años con una multa sujeta a si el documento vulnerado fue de rasgo público o privado.
“Por las mañanas llega en silla de ruedas y por las tardes se va caminando” menciona Alejandrina González, quien tiene un pequeño quiosco en la esquina del mercado en donde observa como Timothy les miente a las personas sin remordimiento alguno, pero ella cuenta que es porque no le quieren dar trabajo y aunque rechaza su forma de conseguir dinero, a veces se compadece y le regala una botella de agua.
Javier Quiroz es otro testigo, él pertenece al equipo de Serenazgo y ha recibido quejas de parte de las personas que han colaborado con Timothy en algún momento acusándolo de que lo ven a las espaldas del mercado caminando por la noche, pero que siempre se hace pasar por discapacitado y él ha corroborado esa información y le ha pedido que ya no venga a básicamente estafar a todo aquel que lo vea, pero no hace caso y tampoco tiene la autoridad de un policía para botarlo.
Alicia y Kevin son una pareja de venezolanos que llegaron al Perú junto con Timothy, no son amigos de él, pero lo conocen e incluso en algún momento le aconsejaron que tratara de trabajar en el mercado de cargador o que buscara la forma de tener un pequeño puesto como lo tienen ellos, pero aseguran que Timothy no tiene las ganas de trabajar porque se le ha hecho cómodo pedir limosnas y además consigue más ingresos de lo que lo hace un cargador que solo le pagan S/900.00 porque no figura en planilla para obtener el sueldo mínimo y tampoco le pagan por recibo de horarios.
Al conversar con Timothy entiendes el otro lado de la moneda, tiene 31 años, no tiene familia y cuando llegó de Venezuela estuvo refugiado en Albergue sin fronteras, es un espacio en donde acogen a los migrantes y los ayudan hasta que puedan valerse por sí mismos, él cuenta que en el 2018 llegaron más venezolanos y el albergue no podía abastecerse así que, buscó un trabajo.
Empezó por limpiar baños en los mercados, pero en dos ocasiones le estafaron con el pago que en un principio se había acordado, de los S/500.00 que le pagarían por trabajar part time y a veces hasta un poco más, solo le pagaron S/350.00 fue ahí en donde se dio cuenta que le hacían lo mismo que a la mayoría de migrantes por estar en un país en donde es más fácil vulnerar sus derechos. Trabajó de ayudante en una tienda, pero la dueña no podía seguir pagándole, después quiso probar suerte intentado ingresar al programa World Vision que se encarga de financiar emprendimientos de inmigrantes y fue de gran ayuda para los venezolanos en la época del COVID – 19. Sin embargo, no obtuvo el financiamiento o no tuvo suerte.
Es consciente que lo que hace no está bien y debería parar, pero también lo es al decir que ya se acostumbró a obtener el dinero de esa forma y que está convencido de que la mayoría de las personas ya sabe que no es discapacitado, pero aún así lo apoyan y considera que no hace ningún daño a nadie porque no les obliga a que colaboren, simplemente les nace de su voluntad.
En definitiva, el problema de los estafadores es un tema que requiere una amplia discusión entre autoridades e incluso la misma sociedad para poder tomar una acción conjunta, es cierto también que siempre hay una historia o contexto detrás de cada acción, pero utilizar la viveza, mentir y aprovecharse de la situación que pasan realmente otras personas es desacreditarlos también de si las verdaderas personas que padecen alguna enfermedad realmente lo tienen o es una mentira más.
El dinero fácil nunca trae nada bueno y es importante que rechacemos y denunciemos para prevenir estos usos fraudulentos.
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